Por Fernando Rangel de León
Las tres grandes transformaciones sociales y políticas de México, no se
dieron en uno o dos o tres o seis años, sino en décadas.
La Independencia tardó en consumarse 11 años once días, del 16 de
septiembre de 1810, al 27 de septiembre de 1821; en tres etapas: Hidalgo y
Allende; Morelos; y Vicente Guerrero.
La Reforma abarcó de la Constitución de 1857, al triunfo de la República en
1867; con las Leyes de Reforma, la separación de la iglesia del Estado, la
Intervención Francesa, el segundo imperio, el de Maximiliano de Habsburgo (el
primero fue el de Agustín de Iturbide), la Guerra de Reforma, el fusilamiento del
austriaco, y finalmente la fundación del estado moderno mexicano, por los
liberales encabezados por Benito Juárez.
La Revolución abarcó del 20 de noviembre de 1910, con Madero, la
Constitución de 1917, a 1920, con el asesinato de su promotor Venustiano
Carranza, por órdenes de Álvaro Obregón.
El único que hizo realidad el proyecto de la Revolución, plasmado en la
Constitución, fue Lázaro Cárdenas, para quien 6 años de su Presidencia fueron
insuficientes para continuar con los verdaderos cambios como el Reparto Agrario,
la Expropiación Petrolera, la fundación del Instituto Politécnico Nacional, y otros
muchos más en lo social, la salud y la educación; pues nada más alcanzó a sentar
las bases para el Instituto Mexicano del Seguro Social (Manuel Ávila Camacho), y
el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado
(Adolfo López Mateos).
El 1 de julio de 2018, la mayoría de los ciudadanos votamos por un
proyecto de nación en la que el gobierno acabe con la corrupción, la impunidad, el
tráfico de influencias, el amasiato con articulistas, periodistas y los medios, desvío
de fondos con órganos autónomos, fideicomisos, y muchos otros instrumentos
creados por los anteriores gobiernos en la Constitución y en las leyes, a modo, en
beneficio de sus muy particulares intereses, en perjuicio de las grandes mayorías,
incluyendo las clases media y alta.
Para eso los mexicanos le dimos el poder al Presidente de la República;
pero 2 años cinco meses de su gobierno, han sido insuficientes para avanzar más
en la transformación que México necesita con urgencia; pues la Constitución y las
leyes que hicieron los beneficiarios del anterior estado de cosas; y los medios e intelectuales orgánicos que están a su servicio, son un obstáculo en el camino transformador.
Las elecciones de 500 diputados federales, en este ya cercano domingo 6
de junio, serán una especie de o un refrendo para que avance más y mejor el
gobierno de la Cuarta Transformación o una revocación del mandato que le dimos
el 1 de julio de 2018, no solo a un hombre: al Presidente de la República, sino a
los diputados para realizar el proyecto de una nueva nación.
Los electores decidirán con su voto si quieren retroceder o avanzar; pues
ellos serán los perjudicados con lo primero o los beneficiarios de lo último.